Música híper-cool para crear ambiente. Bueno, puede que no.

miércoles, 16 de abril de 2014

Capítulo 3, parte 2/3 (3/4): "Bécquer: la dimensión A-O".

Ricky, cambiando de tema, se dirigió de nuevo a Michael:

-Michael, hay unos malvados secuestradores surcauniversos que creo que viajan por el túnel Thriller. Su actividad delictiva, según me dice mi sentido Rickácnido, ha aumentado considerablemente estas últimas semanas.

-En el presente en el que venís, ¿no? -preguntó Michael, un poco asustado.

-Sí -respondió firmemente Ricky-. Creo que es por culpa de la apertura intermitente del túnel Thriller, ya que todo el mundo conoce el baile Thriller en nuestro presente.

Michael, llevándose las manos a la cabeza, exclamó:

-¡Cáspita! Tendremos que avisar a las posteriores generaciones para que tengan más cuidado, y así, en el presente del que venís, nadie lo conocerá excepto los Jackson.

Bécquer, a quien la conversación desorientaba, decidió abandonarla y se fue a animar una pelea entre dos escorpiones.

-Mike -dijo Ricky-, el tema es serio y necesito una respuesta a mi pregunta cuanto antes.

-¿No podéis quedaros un poco más?

-Imposible -sentenció Ricky.

-Y... ¿es necesario que te responda? -preguntó Michael, un poco inseguro.

-¿Qué demonios? ¡Pues claro; nos jugamos el futuro del multiverso!

Michael meditó un momento, serio.

-Está bien... tengo una 110.

Ricky miró a Michael sin dar crédito a su confesión.

-Esa no era mi pregunta.

-Ah, ¿no? -dijo Michael, entre extrañado y avergonzado.

Ricky suspiró.

-No, no. Mi pregunta era: ¿cómo podemos entrar Bécquer y yo directamente en el universo que queremos? Ya sabes que el túnel Thriller transporta a universos al azar. Entonces...

-¿Puedes dejar de mirarme a las tetas? Mi cara está aquí arriba -le cortó el rollo Michael.

Ricky levantó la cabeza con gesto de arrepentimiento.

-Perdón, es que no sé cómo te cabe una 110 ahí. Es que ni se nota siquiera.

-Ya, bueno, todos se lo preguntan -le restó importancia el faraón-. Entonces, me hablas de tener acceso libre a cualquier universo previamente elegido mediante el túnel Thriller, ¿no? Bien, creo que nadie te ha dicho que el túnel Thriller comprime todos los universos en formato zip y que, al entrar, descomprime un archivo aleatorio.

-No, nadie -le dio la razón Ricky.

-Vale, pues es sencillo: tienes que entrar en la carpeta para ver los archivos en vez de entrar directamente en el programa. Ya que eres como un Dios...

-Soy Dios -le corrigió Ricky.

-Ya que eres Dios -modificó Michael su discurso, suspirando porque Ricky es un payaso-, puedes hacer un túnel de energía que lleve al interior del túnel Thriller para que entre Bécquer y acceda a los archivos. Desde allí, que busque los últimos ficheros infectados por virus. Deduzco que el virus más reciente será los Teletubbies.

Ricky fue a despedirse de Michael cuando éste, alertándolo, se acordó de un problema.

-¡Ah! Cuando el archivo se abra, asegúrate de tener el túnel de energía abierto en alguna parte o, de lo contrario, no funcionará.

Ricky, muy agradecido, esta vez sí le estrechó la mano a su amigo y se fue a buscar a Bécquer para ir de vuelta al presente del que venían. Llegó a unos montículos un poco apartados de las pirámides y halló a Bécquer jugando al matar con unos sesenta escorpiones. Al parecer, Bécquer iba ganando porque había liquidado a 56 escorpiones. Ricky le dio una torta de las arrastradas, de esas que te dejan los mofletes tan limpios que te limpian hasta de tener piel, y, para iniciar el teletransporte a su presente futuro, tiró de la oreja derecha a Bécquer.

***

Volvían a estar en su presente.

-A ver, Bécquer, ahora vas a hacer todo lo que te diga. Atiéndeme o no habrá más oportunidades.

Ricky se rió un momento.

-Era broma, sí habrá más, pero era por darle un toque como de película americana. Ya sabes, ¿no? De...

Ricky se fijó en que Bécquer lo miraba seriamente, así que se aclaró la garganta y fue directo al grano. Tras sacar una esfera de dos colores, rojo y blanco, dividida en dos partes separadas por lo que parecía una línea negra con un círculo blanco justo en medio, le relató su función y qué iban a hacer.

-Esto -comenzó a explicarle Ricky, pasándole aquella pelota extravagante por delante la cara, a no mucho más de dos uñas mal cortadas y contadas de distancia- es una Pokéball. En ella puedes encerrar cualquier cosa. Es tecnología Poké, como tu comunicador y tu Pokédex; y todo esto proviene del planeta Tierra del universo π.

Bécquer:           Directo al grano ve,
                        dime para qué sirve
                        o no te seguiré.

-¡Aquí quien da las órdenes soy yo, payaso! -voceó Ricky en tono amenazante, levantando la mano derecha como para darle "una guantá bien dá" a Bécquer.

El maestro se puso bien su toga de esclavo, que se había desprendido un poco con la emoción de casi-pegar a su alumno, y fue a continuar explicando su misión si no fuera porque acababa de darse cuenta de que, al viajar en el tiempo sin fijar destino, habían acabado en el interior de una base militar de alto secreto y había cientos de soldados apuntándoles.

-Creo que la hemos liado -susurró Ricky.

-¿¡Queréis escucharme ya, de una maldita vez!? -dijo el que parecía el dirigente de la base, que iba vestido con una bata rosa y un bañador naranja tan chillón que provocaba sorderas.

Poniéndose firmes y sudando el maestro y el aprendiz, fue Bécquer quien habló esta vez.

Bécquer:          Disculpad que irrumpamos aquí así de repente;
                       íbamos a casa de mi amigo
                       y acabamos aquí en vez de con Vicente.

El dirigente se enervó ante tal excusa poco creíble.

-Mira, niñato... ¡soy el coronel Samsung Pepephone y, en mis treinta años de servicio, nunca había visto una excusa tan imbécil de parte de unos espías! Esta base está a unos 1500 metros bajo tierra; ¿¡puedes decirme cómo es que tu amigo vive a esta altura!?

Bécquer:          Es que la vivienda ha bajado mucho últimamente.

A Ricky se le escapó una risita por el chiste y eso hizo que el coronel Samsung se enfadara aún más.

-¡Cogedles, nenitas! -les ordenó a sus soldados-, ¡que no escapen esos pavos!

Ricky, que vio que se habían quedado sin salida, tiró de la oreja izquierda de Bécquer para viajar a otro lugar más tranquilo. Ante los ojos de los soldados, instantáneamente, desaparecieron.

-¡Maldita sea! -gritó el coronel, enfurecido-. Bueno, ya los pillaremos.

El coronel Samsung volvió a sentarse donde estaba antes de que aquellos dos chavales llegaran allí, y todos los soldados lo imitaron, sentándose a su alrededor. El coronel abrió un libro y, bajo la atenta mirada de sus soldados, tras aclararse la voz, siguió narrándoles aquel cuento.

-Entonces, Caperucita llegó a casa de su abuelita con aquella cesta y dijo...

-¿Cómo acabará? ¡Lo veremos en el último cuarto de la segunda parte del capítulo 3!-.

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